Cuando empezamos a buscar un embarazo, a todas las parejas nos surge la duda de si hay algún problema. Una cuestión que nunca te ha preocupado, en la que ni siquiera has pensado, se vuelve una sombra que te persigue hasta que logras el embarazo.
Pero, ¿qué pasa cuando el embarazo no llega? La infertilidad afecta aproximadamente a 1 de cada 6 parejas y, sin embargo, sigue siendo un tema tabú del que nadie quiere hablar.
Del mismo modo que un aborto, parece que la infertilidad sea algo de lo que avergonzarse, algo por lo que generalmente se suele culpar a la mujer (a pesar de que las causas de infertilidad están equitativamente repartidas entre hombres y mujeres).
Mi marido y yo tuvimos la enorme suerte de poder concebir sin necesitar tratamientos de fertilidad. No obstante, no quería dejar pasar la ocasión de tratar este tema y darle visibilidad para que todas las mamás y papás que estáis viviendo esta situación os sintáis más arropados.
Por ello, 8 mamás tuiteras han sido tan generosas de compartir conmigo (y con vosotras) su experiencia con la infertilidad y, en algunos casos, su camino hasta la tan ansiada maternidad.
A todas vosotras, quiero agradeceros de todo corazón el haberme hecho partícipe de vuestra historia. ¡Sois unas valientes y tenéis todo mi respeto!
La realidad de la infertilidad
Después de un largo noviazgo, cuando nos casamos mi actual marido me dijo que nos diéramos 2 años para empezar a buscar el bebé. No éramos mayores o eso creíamos, él 31 y yo 30, así que así lo hicimos.
Unos dos años después empezamos la búsqueda y mi marido siempre bromeaba con que seguro que nos quedábamos a la primera y no le daba tiempo a hacerse a la idea. Un mes tras otro la odiada menstruación hacía su aparición. Al principio no pasaba nada, ya será el mes que viene decíamos, pero tras unos 8 meses buscando y siendo yo sanitaria empecé a mosquearme con el asunto.
Mi marido siempre le quitaba importancia y decía que estaba al caer, pero siempre pensé que no quería esperar mucho para saber si había algún problema porque sabía que luego las listas de espera eran muy largas.
Tras unos 9 meses buscando fui a mi médico de cabecera y me derivó al ginecólogo, que tras valorar que todo parecía normal a su vez me derivó a la consulta de fertilidad. El día que empiezas en esa consulta te preguntas que haces tu ahí si solo querías tener un bebé como todo el mundo.
Empiezas un periplo de pruebas genéticas que están bien, recuento de reserva ovárica que para tus casi 33 años no esta mal y de calidad/cantidad de esperma que está dentro de la normalidad. Entonces llega el momento de mirar las trompas porque si todo lo demás funciona quizás tu ovulo no puede encontrarse con el espermatozoide y tras una prueba en la que se comprueba que están permeables descubres que ahí esta el problema, una no funciona y otra no está claro.
Para aquel entonces ya estás en lista de espera para tratamiento, para la inseminación que es lo primero que me recomendaron. Fue rápido, la verdad, empezamos en mayo y tuvimos que cancelar un ciclo porque tras la medicación ovulé antes de tiempo.
Creo que en este momento debo hacer un inciso y contar que por este entonces nuestra relación de ya 16 años se tambaleó un poco debido a mi ansiedad y decidí ir al psicólogo. Es una de las mejores decisiones que tomé, no te lo plantean en la seguridad social y debería estar incluido en la consulta de fertilidad porque más o menos yo creo que todos lo agradeceríamos.
Yo fui por privado con mi seguro de salud y me ayudó a tomarme el proceso con calma y apoyarme en mi pareja. A cualquiera que esté pasando por este largo proceso le recomiendo que, cuando lo crea necesario, busque ayuda. A mí me ayudó a eliminar culpas y a ver que simplemente tenía un problema de salud y le estaba buscando solución.
Con 34, había pasado otro año, y mi ansiado bebé no llegaba me dicen que ante mi reacción a la medicación es mejor pasar a hacer FIV (Fecundación in Vitro) aconsejándome un ciclo largo. Esto significa parar la ovulación como si tuvieras la menopausia (os aseguro que pasé una menopausia y fue el peor mes y medio que he pasado, poco se habla de lo que soporta nuestro cuerpo una vez metidas en estos tratamientos) y luego con medicación volver a iniciar la ovulación, vamos ¡una fiesta hormonal!
Afortunadamente puedo decir que sólo tuve que pasar por el tratamiento FIV una vez: ¡funcionó a la primera! De 11 ovocitos que produjeron mis ovarios, fecundaron 7 y sobrevivieron al tercer día sólo 2. Esos dos se clasifican según una calidad de 4 escalones y los míos estaban en escalón 3, no eran los “mejores” pero se agarraron como titanes y hoy en día y con 35 años por fin he sido madre.
Tengo unos mellizos preciosos, unos mellizos tan deseados que me hicieron madre antes de conocerlos, me hicieron madre con cada pinchazo, con cada ecografía durante el tratamiento y con cada lágrima derramada cada vez que me venía la regla.
No fui madre en septiembre de 2020, empecé a ser madre 3 años antes mientras esperaba que no me viniera la regla, cuando miraba si eran mis días fértiles, cuando empecé a hacerme pruebas y cuando me pinche cada medicación.
El día que supe que estaba embarazada lloré toda la tarde, de felicidad, de alivio y por cada uno de los días que sufrí pensando que mi sueño (siempre quise ser madre) no iba a hacerse realidad.
Espero que estas palabras den visibilidad al sufrimiento de una pareja que desea ampliar su familia, porque nosotros éramos una familia de 2 y queríamos ser más, el camino fue duro pero lo logramos juntos.
A todas las personas que están en esta lucha os deseo la mejor de las suertes y mucho ánimo en el camino, es duro pero merece tanto la pena el resultado.
Soy Verónica y mucha gente me conoce como “Vero de Opinión de Mamá”.
Nuestra historia con la infertilidad empezó años después de casarnos, cuando decidimos asentar la familia y empezó a pasar el tiempo y no me quedaba embarazada con lo que poco a poco, cuando ves que va pasando el tiempo, piensas que algo falla y te vas a ver qué es. Y cuando te quedas, lo pierdes…
Tras visitas, pruebas, y un largo etcétera, no se llegó a determinar ninguna causa en concreto pero, como no nos quedábamos, había que probar algunos tratamientos. Probamos varias veces Inseminación Artificial (IA) pero no funcionó, así que decidimos descansar un poco de tanta hormona y demás (este demás ya sabe, quien ha pasado por ello, qué es: nervios, ansiedad, cambios de humor, discusiones tontas…).
Nos decidimos a hacer una FIV pero por un error médico casi me quedo en la camilla en el momento de la extracción así que decidimos que ya estábamos hartos de tanto médico, tanto tratamiento y tanto de todo y nos decantamos por adoptar.
Tras pasar por todo el periplo que supone una adopción internacional (elegimos Rusia y nos tocó Siberia), por fin pudimos ser padres de un precioso niño rubio con ojos verdes de 9 meses.
Pero, la vida nos tenía deparada una sorpresa… Uno años más tarde, me quedé embarazada y ahora, somos papis de un adolescente y de una peque que en nada va a cumplir 10 años.
Nada más casarnos, nos pusimos a intentarlo por si nos costaba (fuimos unos visionarios).
A los 3 meses… ¡Una falta! Estaba embarazada. Se lo contamos a nuestros padres y un día después, aquella maldita mancha marrón en mi ropa interior anunciaba un largo viaje que recorrer.
Los sangrados se sucedieron hasta que en la semana 7 y tras haber visto que no había latido ni crecía, nos confirmaron el aborto. Lo pasamos muy mal. Yo estuve mucho tiempo sin poder hablar del tema, porque rompía a llorar.
Hasta un año después (que es lo que te dice el ginecólogo que hay que esperar porque es el tiempo que se considera normal en tardar en quedarte embarazada), no comenzaron las pruebas. A nuestros padres les dijimos que íbamos a hacernos pruebas y posteriormente tratamiento y les pedimos que no nos preguntaran en ningún momento para no tener más presión añadida. Ni una sola vez preguntaron. Únicamente para preguntarnos si necesitábamos ayuda económica.
Mi marido tenía un varicocele pero, por suerte, el esperma estaba bien. En mi analítica, baja reserva ovárica con 33 años. Comenzamos FIV (Fecundación In Vitro) y sólo conseguimos un ovocito, que recomendaron congelar. En la segunda FIV conseguimos 5 ovocitos pero ninguno llegó a día 5. Descongelamos el primero y… embarazo bioquímico.
En ese momento, tuvimos claro que queríamos optar por la ovodonación, aunque nunca me han dicho que no pueda tener hijos con óvulos propios. Mi marido me dijo que si yo me sentía más cómoda, que nos donaran el semen también, pero no quise. No he tenido nada de duelo genético. Quería ser madre y ser madre es criar a un hijo, no parirlo.
Tras 3 ovodonaciones fallidas con otro bioquímico, cambiamos de clínica y al primer intento… ¡¡¡Embarazada!!! No tenía síntomas y con las experiencias de positivos pasados, poco celebramos pensando que tampoco iba a cuajar.
Nueve meses después llegó lo más maravilloso que tenemos, MI HIJO. Tiene 15 meses y aún lloro cuando pienso que lo conseguimos.
Fueron casi 3 años de búsqueda, de noticias negativas y de continuas preguntas impertinentes por parte de la gente que por más que les decíamos que eso era cosa nuestra, seguían insistiendo.
Quizá culpa nuestra porque no sabían nuestra historia, pero era algo que no queríamos compartir para no tener más presión y porque somos muy celosos de compartir según qué cosas.
Hoy en día digo que mi infertilidad es lo mejor que me ha pasado, porque me ha dado lo mejor que tengo en mi vida. Queremos ir a por otro, y por suerte tenemos 4 congelados. Podría intentarlo con óvulos propios, pero si cuaja, quiero que sean hermanos al 100% por si en un futuro necesitan algún transplante entre ellos.
Fue un camino muy largo y costoso psicológicamente (y económicamente) pero por suerte, con final feliz.
Nos casamos en julio de 2012 y entonces empezó la búsqueda del bebé pero los meses fueron pasando y reconozco que soy bastante “prisas” para todo.
A los seis meses fuimos al médico, por suerte teníamos atención médica tipo funcionarios por mi marido y nos citaron de una semana para otra. Todas las pruebas salieron bien, éramos jóvenes, nos dijeron que nos harían tres inseminaciones pero ninguna funcionó. Ahí llegó mi primer momento malísimo, porque malos fueron mucho, y tuve que buscar ayuda psicológica para afrontar lo que nos estaba tocando pasar.
La doctora no le dio demasiado importancia a los fracasos de IA y nos mandó a FIV pero ésta también fue un fracaso, me sacaron tres ovocitos, fecundaron dos pero solo quedó uno para transferencia y no era bueno. Me bajó la regla antes de la beta, en plena Navidad, otro golpe muy duro. Fue una carrera de fondo, solo habían pasado 8 meses desde que fuimos al médico por primera vez.
El seguro solo nos cubría una FIV pero la doctora nos dijo que hablaría con ellos para pedirles otra, y nos la aceptaron. El resultado de la primera FIV parecía indicar que la reserva no estaba muy allá y que los óvulos no eran buenos pero ella me dijo que confiara, que era muy joven (33 años) y eso corría a mi favor. Volví al psicólogo, a terapia sin fecha de fin hasta que estuviera un poco mejor.
No contamos nada a nadie de la segunda FIV, no queríamos preguntas. El cambio de medicación mejora mucho el resultado, me sacaron 10, ocho maduros, fecundaron seis, teníamos seis embriones. Me ponen los dos calidad A y tras una betaespera horrible y de esperarme lo peor, la beta es positiva. El día del padre de 2014 nos dicen que vamos a tener un bebé ¡qué alegría! Tres semanas después vemos a nuestro precioso embrión. El embarazo va perfecto, en la semana 18 nos dicen que es una niña que nace en noviembre de 2014, desde entonces nos ha hecho felices cada día.
Pero la historia no termina ahí, la doctora nos dice que si queremos otro bebé tiene que ser rápido por si los tres embriones congelados no funcionan, poder intentar otra FIV antes de que yo sea más mayor. Nos ponemos los tres congelados y nada, betas negativas. Yo pensaba que esta vez sería menos duro pero el deseo de darle un hermanito a nuestra niña es tan grande y a la vez se me hace tan cuesta arriba tener que pasar otra vez por todo esto.
Cambiamos de clínica a probar una minifiv, que tienen menos medicación. Conseguimos dos embriones, nos ponen dos, uno bueno y otro regular. Otra beta negativa, y en plena Navidad otra vez. Volvemos con la otra doctora a hacer una FIV, otra más, el desembolso económico que hicimos en un par de meses fue muy grande pero no nos queríamos dar por vencidos.
Tuvimos cuatro embriones esta vez, un A, un B, un C y un D, me ponen los dos mejores y le digo a la doctora que los otros dos los lleve a blasto, o llegan o se pierden, no quiero más intentos sin garantías, y los perdemos. La beta es negativa, se nos acaban los recursos y ya no sabemos por dónde tirar.
Era abril de 2016, yo quería hacer otro intento, quizás otra minifiv, él opta por ir a ovodonación. Decidimos no hablar del tema hasta después del verano y entonces sentarnos a hablar. La doctora me llama y me dice que ella está convencida de que puedo tener otro hijo más u otros dos si quiero, que volvamos a intentarlo pero no lo tenemos claro.
En esos meses trato de cambiar el chip, me apunto al gimnasio y me compro unas cosas que me recomendaron, Dhea, Melatonina y Vitamina C. Nos vamos de vacaciones y las disfrutamos a tope con nuestra pequeña, durante unas semanas se nos olvida todo. A mediados de julio, unos días antes de irnos a Lanzarote, empiezo a tener insomnio, a dolerme el estómago, pruebo con infusiones, almax y cosas varias pero no mejoro, tengo un retraso de unos días pero no le dio importancia porque con la mezcla que estaba tomando había notado algunas alteraciones en los meses anteriores.
Una tarde decidimos ir al médico al pueblo de al lado porque estoy agobiada de no dormir y las molestias y allí me miran y no me ven nada raro, mi chico les dice que tengo un retraso pero les aseguro que no estoy embarazada, que soy infértil. La doctora me mira raro y me da un bote para que haga pis y a los diez minutos salimos de ese centro de salud de pueblo con un diagnóstico de embarazo. Fue otra de las grandes alegrías de nuestra vida, lo que nunca podíamos haber imaginado. El segundo embarazo fue igual de bueno y en la semana 12 nos dijeron que era otra niña. En marzo de 2017 nació nuestra pequeña. Este sí era el punto y final a nuestra historia.
A finales de 2014 decidimos ser padres. Yo ya hacía unos meses que había dejado las pastillas anticonceptivas y acabábamos de dejar los otros métodos anticonceptivos cuando por un problema de salud mío aplazamos lo de ponernos hasta mediados de 2015. Fue una época rara, por cuestiones familiares pasé mucho estrés y el embarazo seguía sin llegar.
Como estaba siendo una época complicada no le daba importancia, aunque cuando pasó un año o así empecé a sospechar que algo iba mal. Mi pareja lo achacaba al estrés externo y yo de cara a él también, pero algo dentro de mí me hacía a la vez sospechar que había algo más y no querer ir al médico.
A principios de 2017 (casi dos años después de ponernos) me tocaba revisión ginecológica y fui. La ginecóloga me preguntó si quería tener hijos y le expliqué un poco pero sin dar importancia. La verdad es que fue ella la que me empujó a hacerme las pruebas y dar el paso.
Después de eso, lo típico pruebas e intentos tanto por la Seguridad Social como por la privada. Finalmente, mi diagnostico era una baja reserva ovárica que hacía muy difícil pero no imposible quedarme embarazada. En 2020, después de 3 inseminaciones, 1 inseminación cancelada y 2 FIVs me quedé embarazada cuando ya había tirado la toalla.
Pero no es eso lo que quería contar, son mis sentimientos durante todo ese proceso. Desde las primeras pruebas tuve el pálpito de que iba a tener que llegar a la FIV para quedarme embarazada si es que lo conseguía. Aún así, en cada tratamiento creí que era el definitivo y que por fin se haría realidad nuestro sueño. También cada nuevo intento que no funcionaba nos costaba mucho más levantar cabeza.
El sentimiento de soledad que he tenido estos años ha sido enorme, con mi pareja hemos tenido altos y bajos, sobre todo al principio hasta que tuvimos un diagnóstico. Después de los fallos de las primeras inseminaciones los dos pasamos por el duelo de ser padres y pasamos meses sin hablar del tema porque ninguno podía afrontarlo. Sin embargo, como mi problema es la baja reserva ovárica y el tiempo sólo lo empeoraba nos vimos obligados a hablar del tema y decidimos seguir e intentar al menos una FIV.
Entre la primera FIV y la siguiente pasó un año. Durante ese año yo había tirado totalmente la toalla y estaba en un proceso de duelo de ser madre. De hecho, hasta el mismo día que me empecé a pinchar, más, hasta el mismo día de la transferencia estaba dudando si tenía que hacerlo porque no me veía capaz de afrontar otro fallo. ¿Por qué hicimos ese último intento si yo me sentía así? Porque era el de la Seguridad Social y si lo dejaba pasar era renunciar ya del todo y tampoco podía.
Y cuando funcionó sentí una alegría inmensa, cuando vi las rayitas en el test de embarazo no me lo podía creer, estaba en una nube. Y unos días después me enfadé. Me enfadé con la vida, porque yo había renunciado a ser madre y tenía otros planes para mi vida. ¿Cómo iba a ser madre casi 6 años después de haberlo querido? ¿Cómo iba a ser madre a una edad a la que yo me había imaginado ya con dos bebes? ¿Cómo iba a ser madre yo? No sé lo he contado a nadie hasta ahora. Estuve enfadada bastante tiempo, de cara a los demás estaba contenta porque claro, los que lo sabían por lo que habíamos pasado, ¿cómo lo iban a entender? Cada vez que iba a una eco y escuchaba su latido se me pasaba durante unos días pero no lo superé hasta que la noté moverse.
Y esa es mi historia. No sé si puede ayudar a alguien a sentirse mejor. Yo lo he vivido como una montaña rusa de emociones y me he sentido muy culpable por no ser totalmente feliz cuando tocaba serlo. Ahora estoy empezando a perdonarme. Nos ha tocado llegar (o no llegar) a la maternidad así en una sociedad que te juzga si no tienes hijos y también si los tienes. Sólo os puedo decir a las que estáis en el viaje, quereos, quered a vuestras parejas y que le den a los demás.
Llevamos sólo un año intentándolo, el primer embarazo no fue buscado, ocurrió por un error de cálculo supongo. Me enteré en febrero de 2020 y entré un poco en pánico, porque yo me casaba el 29 de febrero y no quería casarme embarazada, a parte del miedo que me entró, porque ser madre no es que fuese la ilusión de mi vida, tuve un retraso me hice el test y premio, fui al ginecólogo del seguro, me dijo que estaba de 5 semanas y me citó para 2 semanas más tarde.
En esa revisión no había latido, yo aunque suene mal, me sentí aliviada, a mi pareja le dio más bajón, el estuvo más ilusionado.
Me lo replantee y dije bueno, cuando pasen los meses de rigor lo intentamos otra vez, siendo más consciente de lo que íbamos a hacer, necesitaba hacerme a la idea, ya que a mí los niños no me han gustado mucho. Y así hicimos.
Me volví a quedar embarazada en octubre de 2020, tuve el retraso, me hice un test, fui al ginecólogo del seguro, me dijo que estaba de 5 semanas, me cito para las 2 semanas siguientes, fuimos con miedo, porque la vez anterior no tenía latido justo en las 7 semanas, pero tuvo latido, yo estaba entre ilusiona y acojonada.
Como he dicho en ambas ocasiones fue al ginecólogo del seguro, pero de forma paralela iba haciendo los trámites por la seguridad social, y me citaron en la semana 12, ahí empecé a ilusionarme más, ya se veía todo más claro y seguía con latido.
Cuando cumplí la semana 16 volví a otra revisión al ginecólogo del seguro y ahí se acabo la aventura, otra vez no había latido, me dijo que se paró con 13 semanas y que me fuese a urgencias, yo como tenía mi seguro fue a urgencias del seguro pensando que sería mejor, pero esto es otra película.
Después del legrado cogí cita con el ginecólogo que me lo hizo en su consulta, me mandó muchas pruebas ya que decía que con 16 semanas era raro el aborto, entre ellas la reserva ovárica y según él ahí estaba el problema, me salió 0’33, me dijo que mis óvulos tenían 4 o 5 años más que yo y que ahí radicaba el problema ya que los primeros y los últimos son de mala calidad.
Salí llorando, no es lo mismo no querer tener hijos a que te digan que es probable que no puedas tener hijos, y que tus embarazos si son espontáneos difícilmente lleguen a término.
En nuestros planes no entra ningún tratamiento de fertilidad, de momento, nunca puedes decir de este agua no beberé, asique se lo dije al ginecólogo y lo único me mandó fueron vitaminas y una hormona (DHEA).
Hablándolo con una compañera de trabajo, yo lo cuento como el que habla del tiempo, me recomendó un ginecólogo muy bueno por si quería ir, por otro lado mi marido comentándolo con una vecina que ella tiene uno y otro en camino, ambos por FIV, nos recomendó el mismo ginecólogo, así que dijimos de ir.
Este nuevo ginecólogo al ver las pruebas me dijo que una de ellas me la tenían que haber en el tercer día de regla y que con los niveles tan bajos de muleriana se le antojaba muy raro que me hubiese quedado embarazada de manera natural, por lo que me la ha repetido ya que según él me la hicieron con poco margen, entre el legrado y el análisis, el legrado me lo hicieron el 22 de enero y el análisis el 5 de febrero. Todo esto fue la semana pasada.
Hoy digo que si a la 3ª no sale, yo desisto, el segundo aborto fue bastante traumático y pasar otra vez por ahí será muy duro. Digo hoy, porque puedo cambiar de opinión y es tan válida como la anterior.
Mi andadura en el mundo de la Reproducción Asistida (RA) empezó en Junio 2018. Empezamos a buscar el embarazo en Octubre 2017, después de muchos años tomando la píldora, por lo que me di un año de margen para quedarme embarazada sin agobiarme.
Siempre he sido muy irregular con la regla y mi médico de cabecera me dijo que no me preocupara hasta que no llevara 3 ciclos sin ella. Así que seguí tan tranquila y disfrutando de esos primeros meses en los que te pasas el día buscando el embarazo de la forma mas placentera que conozco (guiño, guiño).
Pero cada vez que se me retrasaba la regla (spoiler, todos los meses) me ilusionaba y me hacía un test. Todos negativos. Hasta que en Junio ya llevaba tres meses sin regla y no sé exactamente cuántos test negativos hechos. Decidí ir al ginecólogo a que me viera.
Tengo un seguro privado, por lo que todo fue muy rápido. En el ginecólogo me dijeron que la regla no me iba a bajar porque ambos ovarios los tengo poliquísticos y esto puede hacer que me pase temporadas largas sin ovular, por lo que el embarazo es, obviamente, imposible. Y me recomendaron ir a una consulta de RA. Esa misma semana me dieron cita.
En la consulta de RA me dijeron que con la medicación oportuna podíamos conseguir ovular sin problemas, pero iban a hacerme unas pruebas más para comprobar que todo era correcto. Primero tenían que conseguir que me bajara la regla para poder hacérmelas. Y ahí conocí a Progesterona. ¡Que guarrada! Pero qué bien hizo su trabajo.
Me mandaron una Histerosalpingografia, que como el nombre es enrevesado de narices, decidí buscar en Google lo que era. ¡GRAN ERROR! Según Google era dolorosisisisimo y horrible y bla bla bla. Solo puedo decir que no me enteré de nada, y después de un rato, cuando note ciertas molestias, me tome un analgésico normal y fin del asunto.
El 19 de kulio me dieron los resultados. No solo mis ovarios no estaban por la labor de que me quedara embarazada, si no que una de mis trompas tampoco hace su función, por lo que el embarazo cada vez se alejaba más.
He de reconocer que en ese momento me derrumbé. ¿Por qué no podía hacer algo que era tan natural como quedarse embarazada? ¿Por qué mi cuerpo esta mal hecho? ¿No sirvo como mujer?
Por suerte tuve en todo momento a mi pareja al lado, apoyándome, dando consuelo y ánimo para seguir adelante. Decidimos contárselo a mis padres y a algunos amigos, los cuales también fueron un gran balón de oxígeno.
La ginecóloga de RA (a la que también estoy eternamente agradecida por toda la paciencia que tuvo) nos dio las alternativas que teníamos, al igual que los precios de cada una de las opciones, ya que lo hicimos por lo privado. Y me dio su correo electrónico, donde podía escribirle todas las dudas que tuviera antes de tomar una decisión. Pobre, ¡no sabía lo que hacía!
Al principio pensamos en intentar inseminación, ya que si un mes no ovulaba del lado bueno, sería al mes siguiente (y la diferencia de precio era abismal) pero me explicaron que nuestro cuerpo no funciona exactamente así. Puedes ovular varios meses del mismo lado, y aunque ovules del lado correcto no producirse el embarazo.
La verdad es que ella siempre fue clara en que la mejor opción para mi seria una FIV, así que después de hacer números y de pensarlo mucho, nos decantamos por dicha opción.
Todo se hizo en un plazo de tiempo bastante corto, y en agosto empezamos la medicación para la estimulación ovárica. Creo que no recuerdo peor época que esa. La medicación fue una bomba hormonal, no me aguantaba ni yo misma. Pero papifiv estuvo a mi lado, aguantando mis cambios de humor y mis paranoias mentales en todo momento. No sé cómo lo hizo, pero no me mando a pastar.
No recuerdo el nombre de la medicación, sinceramente. Creo que mi cerebro borra malos recuerdos a su antojo. Solo recuerdo que en ese momento conseguí superar mi pánico a las agujas. ¡Algo bueno hemos sacado! (además de a Babyfiv, claro.)
Y llegó el día de la extracción ¡36 óvulos! Que la chica cuando me llamo me dijo que tenía que estar mega dolorida, pero yo era tan feliz que me daba igual el dolor.
De esos 36 pudieron congelar 18 ya fecundados en distintas fases. Mi mayor alegría era que no iba a tener que volver a pasar por la fase de los pinchazos, porque no habría sido capaz de hacerlo de ninguna forma.
Pero empecé a preguntarme cuántos intentos necesitaría para poder quedarme embarazada y cuánto me costaría todo eso. Empezaba una nueva forma de agobio. El cual se sumaba a que tenía que esperar 2 ciclos a que mi cuerpo volviera a su ser después de que mis ovarios se convirtieran en “bolsas del día” para almacenar todos esos bichitos.
Ese tiempo sin nada que hacer se me hizo eterno y extremadamente duro, ¡no estaba haciendo nada para conseguir ser mamá! Pero el tiempo pasó y llegó el segundo ciclo el 22 de noviembre del 18. ¡¡POR FIN!!
Volvió la medicación, pero esta vez sin pinchazos y con ilusiones renovadas. Estaba a tope.
El 10 de diciembre fue la transfer, a las 5 de la tarde.
Hasta el día 26 no tenia la beta y, aunque me moría de ganas de saber, conseguí no hacerme ningún test. Tenía la idea de que si me la hacía iba a gafarlo.
Cuando entramos y nos sentamos nos dijo la ginecóloga: “Bueno, ya lo sabéis, no?” Y yo pensaba: “Que si sé ¿el qué?” No se creía que no me hubiera hecho ningún test, así que le hizo hasta ilusión decirme que estaba embarazadísima (según sus palabras).
No sabría explicar lo que sentí en ese momento. Tenía ganas de llorar y de reír y de gritar y de mil cosas más, pero también miedo por saber que todo iba a ir bien.
Esas 40 semanas pasaron volando. Todo fue bien. Y llegó el gran día.
Me puse de parto el mismo día que hice las 40 semanas y babyfiv nació al día siguiente. Ver su cara, oírle respirar, poder tocar como mis sueños se habían hecho realidad fue increíble. Hizo que todo por lo que había pasado valiera la pena.
Sé que tuve suerte por que todo fue rápido y a la primera. Soy una afortunada por haber tenido tanta gente apoyándome, consolándome y haciendo que este camino fuera lo más fácil posible. Y a todos ellos les estaré eternamente agradecida.
Espero que toda la gente que pasa por esto pueda tener el mismo desenlace que tuve yo.
Hola me llamo Diana tengo 37 años y dos niñas una de seis años y otra de siete meses.
Me quedé embarazada de la mayor a la primera, sin esperarlo con una gran sorpresa porque yo tenía ovarios poliquísticos (que no síndrome de ovario poliquístico) y tenía unas reglas muy irregulares, unos ciclos muy largos y había tomado la píldora y el anillo anticonceptivo durante mucho tiempo, casi 10 años; así que asumí que me costaría mucho quedarme embarazada.
El embarazo transcurrió con normalidad y el parto fue muy rápido y sin mayor complicación. Cuando la niña tenía 12 semanas me puse el DIU Mirena, el de silicona con hormonas, y lo llevé dos años hasta que estuvimos preparados para buscar el segundo.
Pensábamos que sería tan rápido como el primero y nos pusimos a ello, pero el embarazo no llegaba. Cuando llevaba un año buscando y vi que no que no me quedaba embarazada acudí al médico de cabecera.
Como ya tenía una hija, me dijeron que un año estaba dentro de lo normal y que básicamente lo siguiera intentando. Me hicieron una analítica de hormonas, las típicas: progesterona, estrógenos, etc. Los análisis hormonales salieron bien dentro de lo normal así que solo me “recetaron” seguir intentándolo y que volviera en seis meses.
A los seis meses seguíamos sin tener embarazo. En la segunda visita, le hicieron a mi marido un análisis de esperma que salió normal, aunque los valores eran bajos entraban dentro de la normalidad. Así que nos dijeron que que siguiéramos intentándolo seis meses más.
Cuando alcanzamos la meta de dos años de búsqueda, consideraron que era momento de ir a fertilidad. Tras confirmar que no había ningún problema físico en el útero visible y que los valores de la analítica estaban bien, me hicieron una histerosalpingografía y revisaron el espermiograma .
En mi caso, vimos que la TSH estaba un poco alta, no una locura de alta pero debería estar por debajo de 2,5 y estaba en 5.24. Descubrieron que mi marido tenía la testosterona baja y que la calidad espermática era de la baja también. Para la calidad espermática poco podíamos hacer, tomó vitaminas pero no mejoró significativamente y con mi control hormonal de la TSH tampoco llegó el embarazo así que en septiembre de 2019 empezamos con la inseminación artificial.
Hicimos tres intentos que fueron fallidos y ya lo dejamos porque el conteo de esperma era muy bajo y por tanto era un poco perder tiempo y esfuerzo. En ese momento nos derivaron directamente para FIV. Esto fue en diciembre de 2019.
En los Países Bajos, donde vivo, el seguro básico cubría seis inseminaciones artificiales y tres extracciones de óvulos y FIV pagando solo la franquicia anual que tiene un seguro, que son casi 400€.
La extracción de óvulos salió muy bien, tuvimos 16 óvulos de los cuales fecundaron 10 y me pasaron un embrión de tres días, fresco en el mismo ciclo. Los demás los dejaron progresar hasta el día cuatro. Solo progresaron tres que los tenemos ahora congelados.
Tuvimos mucha suerte porque el embrión implantó a la primera, no sin susto porque tuve sangrado abundante a los 10 días y pensamos que era una pérdida, pero no. Siguió adelante, con el tratamiento habitual de FIV de progesterona y ahora tengo a la peque aquí conmigo.
Tuve un sentimiento muy grande de culpa porque eres tú la que no eres capaz de gestar. Aunque luego se vio que probablemente la mayor “culpa” (por poner una etiqueta) venía del esperma y no de mí, pero al final eres tú porque eres tú la que no está gestando, eres tú la que a lo mejor no comes adecuado, a lo mejor no te ejercitas lo suficiente… No se siente como una responsabilidad compartida sino que la mayor parte era culpa mía. Aunque mi marido hizo todo lo que estaba en su mano para mejorar, para buscar soluciones, para apoyarme… no me sentí sola por él era más como una presión propia y un problema de la sociedad.
Tenemos ahí los embriones congelados si alguna vez los quisiéramos y bueno seguir adelante con lo que tenemos ahora. Con la pequeña espinita de no saber de verdad por qué esa diferencia tan brutal del primer embarazo al segundo, por qué la primera vez fue tan fácil y luego ha sido tan difícil.
Es esa espinita que me queda de que nunca voy a tener la explicación. Y soy consciente que a pesar de todo hemos sido unos privilegiados, que no hemos tenido problemas económicos para los tratamientos (si hubiera tenido que pagar todo de mi bolsillo no se si lo hubiéramos hecho) y que la FIV funcionó a la primera y no tuvimos pérdidas.
A cualquier pareja que está buscando embarazo, les diría que nada más tomen la decisión de que quieren tener un hijo vayan a una clínica a hacerse análisis, tanto él como ella (o sea no solo ella) y ver de dónde se parte en cuanto a hormonas y en cuanto a calidad del esperma y así poder tomar una decisión si se viera algo. Sobre todo poder saberlo pronto, porque eso fue lo otro que a mí me deja un poco marcada y es que tuve que esperar dos años hasta que alguien me miró y me echó una mano. Si al primer año ya me hubieran mandado a fertilidad probablemente la historia hubiera sido otra diferente.
Es muy importante buscar ayuda tan pronto como puedas y hablarlo con quien tú te sientas cómoda, con un grupo de desconocidos en un foro, con tu mejor amiga, con tu pareja sobre todo pero que no sea un tabú, que no lo escondamos porque le pasa a muchísima gente y así lo vamos normalizando.
La infertilidad afecta a la pareja
Sea cual sea la causa de la infertilidad, este diagnóstico tiene grandes consecuencias a nivel emocional que afectan a la pareja que lo sufre. Por ello, además de los tratamientos de reproducción asistida que se suelen realizar para conseguir el embarazo, en muchas ocasiones es necesario apoyo psicológico para asimilar, aceptar y vivir con esta situación.
A todos y todas las que estáis buscando un embarazo, esperando los resultados de los análisis o en una betaespera, os deseo muchos ánimos y toda la suerte del mundo. ¡Un abrazo!
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Me encanta!!!!!
Y me ha encantado conocer el testimonio de otras mamis.
Espero que ayudemos a otras a conseguir sus sueños y que no decaigan!!!
Muchísimas gracias por habernos abierto un cachito de tu corazón y compartir tu historia en esta comunidad. Un abrazo 💖
Increíble leer estas historias, me ha encantado tanto que quiero que publiquéis más jaja.
Seguid así porque da gusto leer este blog. Gracias por tanta información tan buena.
Saludos.
Muchísimas gracias por tu comentario, Carmen! Un abrazo 🙂